
La
reunión, destapada por The Washington Post, fue apadrinada por los Emiratos
Árabes Unidos y se celebró en torno al 11 de enero, cuando faltaban nueve días
para que el multimillonario republicano fuese investido presidente.
El
FBI detectó los movimientos y los incluyó en su investigación sobre la
injerencia de Rusia en la campaña electoral estadounidense. Tras el estallido
del escándalo ruso, esta vía de comunicación confidencial quedó cortada.
El
principal muñidor de la reunión, de la que la Casa Blanca se declara ajena, fue
Erik Prince. Fundador de Blackwater, uno de los gigantes de la seguridad
mundial, Prince es un fiel seguidor y generoso donante de Trump. Su hermana
ocupa la cartera de Educación y él mantiene amistad con el estratega jefe de la
Casa Blanca, Stephen Bannon.
Para
lograr la cita, se presentó ante las autoridades de los Emiratos como un
enviado no oficial del presidente electo. La idea era crear un canal donde
negociar intereses comunes de ambas naciones, en especial relacionados con
Siria e Irán, dos de las puntos más conflictivos de la agenda mundial. Los
Emiratos, que conocían bien la proximidad de Prince a Trump, aceptaron
colaborar.
El
príncipe Sheikh Mohamed bin Zayed al-Nahyan se hizo cargo de las gestiones.
Previamente mantuvo una entrevista con el yerno de Trump, Jared Kushner; el
teniente general Michael Flynn, que luego sería consejero de Seguridad
Nacional, y el propio Bannon.
En
una segunda fase, siempre según la versión de The Washington Post, trató
directamente con el Kremlin. Para los Emiratos el interés de la cita radicaba
no sólo en mostrar su buena disposición hacia las dos potencias, sino en
debilitar la alianza entre Moscú y Teherán, su mayor adversario. La reunión, de
48 horas, se celebró en un momento especialmente delicado.
Publicar un comentario