
Se trata, justamente, de lo que el nombre sugiere: bombas
de excrementos.
Habrían
hecho su debut el fin de semana en una refriega en la ciudad de Los Teques,
capital del Estado de Miranda, a pocos kilómetros de Caracas.
En el
enfrentamiento, según el relato que se hizo viral en pocas horas, una docena de
agentes de la Guardia Nacional -cuerpo de policía militarizada- fue blanco de
un ataque con detritus. Antes de retirarse del lugar, algunos efectivos habrían
vomitado de asco.
Aún
si el episodio forma parte de la leyenda urbana, bastó para encender en las
redes sociales el intercambio de fórmulas para preparar esos artefactos,
básicamente, una mezcla de agua y heces envasada en frascos de vidrio. Mensajes
colgados en Whatsapp daban instrucciones precisas para elaborarlo.
Este
lunes, se reportaba el uso de bombas de este tipo en las ciudades de San
Cristóbal, Mérida, Valencia y Caracas. La oposición convocó el lunes a marchas
en todo el país con las que pretendía expresar su rechazo al llamado efectuado
la semana pasada a una Asamblea Constituyente por parte del presidente Nicolás
Maduro.
La
escasez de recursos de los opositores y la ferocidad con que los cuerpos de
seguridad vienen actuando para impedir el paso a las marchas y disolverlas han
obligado a los protestantes a aguzar el ingenio en defensa propia.
Aún
antes de las bombas de excrementos, la semana pasada se habían hecho populares
las bombas de pintura, con las que los manifestantes intentan impedir la visión
a los tripulantes de los vehículos antidisturbios. También se ha esparcido por
redes sociales la artesanía para fabricar escudos en talleres domésticos.
Los
escudos, que se usan en campo para protegerse de las bombas lacrimógenas, se
hacen con un aglomerado de fibra de madera.
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