
A
falta de monarcas, se le rinde culto en las ceremonias del poder. Quiere
convertirse en jefe máximo. Quiere crear una estirpe de poder, una dinastía.
Esto ha producido fisuras al interior del FSLN. El cambio ideológico del “sandinismo
gubernamental” ha provocado también la controversia de algunas de sus caras más
visibles. Todo su proyecto tiene como base una sociedad desigual y fragmentada.
Sin
embargo, su dominio está vigente en nuestros días. Es esta atmósfera que
respiramos. Su influencia personal se debe, seguramente, al apoyo de sectores
de la élite de empresarios, políticos y altos funcionarios que son sus
cómplices y sus socios; y sobretodo de Daniel Ortega. Ahora, su influencia en
el presidente es enorme.
Su
herencia política está por verse. Bajo su dirección el “sandinismo
gubernamental” se ha transformado en un partido de bandazos, se ha derechizado,
ha dejado abandonados a los sectores progresistas, ha separado a muchos
militantes y secretarios políticos municipales. Hay una inconsistencia
ideológica profunda. La base social que ha construido tiende a ser oscilante
que pasan rápidamente de una posición a otra.
Su
estrategia política es la producción intencionada de ignorancia que para
lograrlo necesita de la colaboración no solo de políticos y publicistas, sino
también de medios de comunicación y periodistas bien conocidos, comprados o
voluntarios. No hay formación de cuadros, solamente activistas. Moviliza capas
sociales empobrecidas sin ideología definida.
Quiere
ser reconocida como la arquitecta del Estado moderno, pero aceptó que una
religión se convirtiera en la prioridad por encima de los derechos de las
mujeres. De ahí que le toque disimular, silbar por las esquina, encogerse de
hombros, rezar para que pase la tormenta de las denuncias de los medios de los
múltiples asesinatos de mujeres.
El
gobierno actúa como si las instituciones de Estado fueran suyas. Al mismo
tiempo da la impresión que el Estado ampara a los corruptos. Existe un silencio
cómplice del gobierno. El gobierno no puede ser ambiguo, sino que tiene que ser
contundente ante el problema sistémico de corrupción.
¿Cuántos
corruptos existen en el gobierno? Algunos funcionarios del gobierno están
inmersos en dos tipos de corrupción, la de las comisiones y la de la
instrumentalización de las instituciones públicas, lo que explicaría su
enriquecimiento inexplicable.
Hay
riesgos de deterioro social, el empleo informal está en aumento y existe el
temor de estancamiento en la reducción de la pobreza y el aumento de la
desigualdad. La pobreza, la injusticia y la discriminación todavía son
realidades lacerantes en nuestra sociedad.
El
objetivo de las políticas públicas es que el malestar político sea anulado con
masivas dosis de distracción (parques, campos de juegos, estadios, piñatas,
etcétera) destinadas a apartar la atención de donde debería estar; es decir, es
la fabricación premeditada del desconocimiento.
Permanentemente
quiere mantener las aguas sociales aquietadas, aunque siempre se presentan
ondulaciones, con ese objetivo han emergidos figuras convencionales, halcones
de trayectorias contrastadas. Todas estas estrellas palidecen ante la heredera
de la corte presidencial.
Su
gestión económica está por verse: los rendimientos tienden a disminuir en
materia de crecimiento de la producción de bienes para el mercado interno y la
redistribución de la riqueza es negativa. Sus conocimientos de economía se
limitan a una visión relámpago en la banca y de la alta administración.
No
hay preocupación para cambiar la matriz exportadora, las exportaciones se basan
en los mismos 10 principales productos desde hace 30 años. No hay un Plan de
Nación a mediano plazo. Nicaragua necesita una agenda sustentable para avanzar
hacia una sociedad más justa, próspera e incluyente.
Se
repite sin cesar que el programa económico no es ni de derecha, ni de
izquierda, pero el programa neoliberal no engaña a nadie. El Estado ha
profundizado su ineficiencia por el excesivo centralismo y control. Hay
preocupación por la disminución en los niveles de inversión, insuficientes
avances en la productividad y la persistencia en las brechas estructurales.
En
su lógica confía más en su familia que en un cuadro del sandinismo histórico,
manteniendo la herencia del nepotismo en el poder. Se fía más en la familia que
en personas más calificadas. El nepotismo es parte de su concepción del poder.
La influencia política de la familia en las decisiones de poder no es nueva en
Nicaragua.
La
heredera se ha dado de bruces con sectores del sandinismo histórico, incluyendo
al adalid de la fracción más negociadora con el gran capital. La disputa ha
estado envuelta en un clima de enfrentamiento nunca visto antes en el partido
de gobierno. Su protagonismo ha logrado la desunión del partido de gobierno.
Se
han producido fisuras en la militancia de base. Daniel Ortega, consciente de
este cortocircuito, trata de limar las diferencias. El resultado aún no se
conoce. Pero se trata de un pulso donde sólo cabe un ganador. Pero demuestra
que la lucha por el poder y la sucesión es implacable.
La
salida de la heredera marcaría un cambio profundo en la política. Culminaría un
proceso incipiente hacia el realismo centrista que impulsa los otros aspirantes
a la sucesión, pero que aún queda camino que recorrer. De momento, nada ha
cambiado. La heredera sigue dando saltos.
Se
avecina un periodo de incertidumbre y cambios drásticos en los ámbitos
económico, social y político alimentada por la caída de la cooperación
venezolana y la ley Nica Act promovida por sectores políticos estadounidenses.
Sin embargo, predomina la voluntad de asegurarse la sucesión presidencial;
empero, con este propósito se ha desatado un lucha interna por el poder en el
círculo íntimo. Su poder es mucho más frágil de lo que se piensa y su gestión
puede terminar en un desastre múltiple.
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