
El
icono de la izquierda brasileña no renuncia a ser candidato a las elecciones de
2018. La sentencia por corrupción —contra la que cabe recurso— contra Lula ha
enredado aún más el ya de por sí embrollado panorama político brasileño, pero
el exdirigente insiste en que es solo un obstáculo en el camino.
“Quien
crea que este es el fin de Lula se va a llevar un chasco. Solo el pueblo tiene
el poder de decretar mi fin”, ha dicho quién es ya el primer expresidente
brasileño condenado por corrupción, por aceptar sobornos y lavar dinero. Este
jueves, 24 horas después de conocerse la sentencia, ha hecho lo posible por
recordar que sigue siendo el mismo: un icono de la izquierda brasileña,
campechano y receloso de la autoridad.
La
víctima de un complot, según él, para evitar que vuelva a la presidencia de un
país que solo ha ido a peor sin su ayuda. Ahora tendrá que recurrir la
sentencia a una segunda instancia si quiere arañar una posibilidad de
presentarse, como desea, a las elecciones generales del año que viene. Pero,
recuerda, sigue siendo el favorito en las encuestas. El exmandatario ha llegado
a reiterar las palabras mágicas: “Seré candidato a las elecciones de 2018”.
Ante su declaración, la sala estalló en aplausos. Lula
ha intentado proyectar calma ante sus fieles, recordando que este contratiempo
estaba dentro de lo esperado. “Yo ya imaginaba que este proceso iba a terminar
así porque lo último que le importaba a las personas que me hicieron testificar
era lo que yo tuviera que decirles”, ha lamentado.
“Era
imposible que los que prepararon el golpe contra Dilma [Rousseff, la
expresidenta destituida en agosto de 2016] se fueran a quedar de brazos
cruzados para que los mismos volvamos en 2018. Pero que sepan que sigo dentro
del juego”.
No
le falta razón en que, allí donde sus enemigos tienen el poder de las
instituciones, él mantiene aún hoy un apoyo popular sorprendente.
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