
De sus
profesiones como ingeniera y ejecutiva de banco habla en pasado porque al
llegar a España, dice, “me di cuenta que no soy nada, mis títulos no tienen
validez, la experiencia profesional no es reconocida y, al no tener un permiso
de trabajo, para poder sobrevivir toca trabajar en lo que salga, corriendo el
riesgo de que no te paguen”.
Salió de
Nicaragua el 26 de julio de este año rumbo a Madrid, España. La situación de su
familia era insostenible: la pérdida de su empleo, dice, era inminente tras
varias oleadas de despido en la sucursal bancaria donde trabajaba y una de sus
hermanas que aportaba a la economía familiar ya estaba exiliada en Costa Rica.
El salario no le daba abasto y tampoco podía vivir en paz.
La realidad
estando acá es abrumadora, porque una tiene que empezar de cero, pasar de ser
profesional a estar sin documentos y con el afán de encontrar un empleo de lo
que sea.
“Las amenazas de
los orteguistas eran a cada rato, nos acosaban en la casa, no podíamos
protestar, no podíamos denunciar, no hay derechos. Me vi obligada a salir de
Nicaragua debido al hostigamiento y asedio por haberme involucrado en las
marchas desde abril de 2018.
Además, para mí es importante vivir con seguridad
y ayudar a mi familia porque tras el estallido social la situación económica de
todos ha desmejorado”, explica la joven de 30 años.
A tres meses de
su llegada a España Yaritza siente temor por lo que le pueda pasar a su familia
en Camoapa y frustración por estar en un país al que aún no se adapta y donde
no puede ejercer su profesión.
“La realidad
estando acá es abrumadora, porque una tiene que empezar de cero, pasar de ser
profesional a estar sin documentos y con el afán de encontrar un empleo de lo
que sea. Soy solicitante de asilo y el proceso para obtener documentos es largo
y difícil, a eso hay que sumarle el tener que adaptarse a otros hábitos y
costumbres”, comenta.
Antes de
exiliarse trabajaba como ejecutiva de banco y colaboradora activa de la Iglesia
Católica. Llegó a España hace tres meses tras las amenazas de simpatizantes
orteguistas por su activa participación en las protestas contra el régimen.
Para Yaritza Díaz
una de las grandes consecuencias que está dejando la crisis nicaragüense es la
fuga de talentos y no es necesario hacer un estudio para darse cuenta de eso,
dice.
“En mi trabajo
corrieron a un montón de gente y se fueron del país, mis amigas todas
profesionales, poco a poco se han ido del país. Uno se ve frente a dos
opciones: o emprender con el poco dinero de las liquidaciones y quedar viviendo
en un país donde todo cada día va más caro, o comprar un pasaje, salir a
refugiarte y tratar de tener una mejor vida”, plantea.
Yaritza culpa a
Daniel Ortega y Rosario Murillo de frustrar los sueños y aspiraciones de su
generación y mientras sigan en el poder no piensa el retorno, porque ellos no ofrecen
garantías de seguridad.
“Mientras estemos
con ese régimen dictatorial a los jóvenes todo se nos va ser difícil, porque
nos han frustrado nuestros sueños como profesionales y de muchos que siguen
allá y que a lo mejor no tienen la posibilidad de salir del país.
Con Ortega en
el poder estaremos estancados, nada está normal, la situación es difícil y cada
día va peor. No es posible vivir en un país sin libertades y en la ruina”,
comenta.
Yaritza se
describe como una joven abiertamente opositora al régimen de Daniel Ortega, los
operadores políticos del Frente Sandinista y los jefes policiales de su
departamento la tienen identificada como una “terrorista”, “golpista” e
“incitadora a la violencia”.
En Camoapa, su
familia continúa bajo asedio por ser miembros de un partido político adverso al
Frente Sandinista de Daniel Ortega y aunque extraña la patria, su familia y sus
amistades, esta ingeniera en sistemas dice que no es el momento de volver
porque en Nicaragua no hay libertades y no habrá “hasta que se vaya el asesino
y sus secuaces”.
“Todos amamos nuestra Nicaragua y quisiéramos
volver, pero realmente con la situación que está no podemos volver a nuestro
país. Volver a Nicaragua sí, pero vamos a una Nicaragua libre, en democracia y
con seguridad. Una Nicaragua sin Ortega y Murillo en el poder”, concluye.
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